martes, 6 de diciembre de 2011

El don del lenguaje y la especie que no aprende a razonar…

Por Ariel Losada. Para Diario de Oriente Mforos

Desde tiempos inmemoriales, los hombres se han preguntado por el origen de la más notable singularidad de su especie: el lenguaje.

Cuenta Heródoto que en el siglo VII a.C., el primer faraón Saita, Psamético I, convencido de la existencia de una lengua adánica, ordenó que dos niños fueran criados en total aislamiento y bajo la estricta vigilancia de pastores mudos. Una vez los pequeños llegaron a la edad en que todos los infantes comienzan a hablar, el faraón los hizo traer ante sí, solo para descubrir que las pobres criaturas apenas modulaban una palabra, “beco”, que significa “pan”, en frigio, de lo cual el gobernante concluyó que este antiguo lenguaje de Asia Menor debió ser el primero que conociera el hombre.
Durante décadas se creyó que los niños adquieren la lengua materna por imitación. Como en la leyenda de Kaspar Hauser, los pequeños irían asociando secuencias sonoras con los objetos de su entorno. Mediante la repetición incesante aprenderían los sustantivos; luego asimilarían los verbos, los adjetivos, los adverbios…, remedando frases que escuchan de sus padres, en un lento proceso de aprendizaje similar a cualquier otro.
Pero no hay que ser un lingüista para descubrir cuán ingenua resulta esta idea. Cualquier padre que haya seguido de cerca el desarrollo cognitivo de sus hijos puede constatar cómo los niños construyen multitud de frases que jamás podrían haber escuchado. No es raro que inventen nuevos verbos, como en la súplica “papi, atoállame”. Las regularidades brotan de manera espontánea: dicen “rompido” en lugar de “roto”; o conjugan en forma “correcta”, contrario a los caprichos de la cultura, ciertos verbos irregulares: “yo hicí”, en lugar de “yo hice”. Improvisan así mismo sustantivos derivados, como, “papi, mira mi furiosidad”; o encuentran novedosos usos para los adjetivos, como en la frase “el señor tiene el pelo arrugado”, para expresar que alguien tiene el cabello ensortijado. De niños bilingües cuyos idiomas nativos son el inglés y el español es posible escuchar expresiones como “quiero mi tostada con sin nada”; o “se fueron sinmigo”, la forma inversa más lógica del pronombre personal “conmigo”. Alrededor de los cuatro años, los
Cuenta Heródoto que en el siglo VII a.C., el primer faraón Saita, Psamético I, convencido de la existencia de una lengua adánica, ordenó que dos niños fueran criados en total aislamiento y bajo la estricta vigilancia de pastores mudos. Una vez los pequeños llegaron a la edad en que todos los infantes comienzan a hablar, el faraón los hizo traer ante sí, solo para descubrir que las pobres criaturas apenas modulaban una palabra, “beco”, que significa “pan”, en frigio, de lo cual el gobernante concluyó que este antiguo lenguaje de Asia Menor debió ser el primero que conociera el hombre.
Durante décadas se creyó que los niños adquieren la lengua materna por imitación. Como en la leyenda de Kaspar Hauser, los pequeños irían asociando secuencias sonoras con los objetos de su entorno. Mediante la repetición incesante aprenderían los sustantivos; luego asimilarían los verbos, los adjetivos, los adverbios…, remedando frases que escuchan de sus padres, en un lento proceso de aprendizaje similar a cualquier otro.
Pero no hay que ser un lingüista para descubrir cuán ingenua resulta esta idea. Cualquier padre que haya seguido de cerca el desarrollo cognitivo de sus hijos puede constatar cómo los niños construyen multitud de frases que jamás podrían haber escuchado. No es raro que inventen nuevos verbos, como en la súplica “papi, atoállame”. Las regularidades brotan de manera espontánea: dicen “rompido” en lugar de “roto”; o conjugan en forma “correcta”, contrario a los caprichos de la cultura, ciertos verbos irregulares: “yo hicí”, en lugar de “yo hice”. Improvisan así mismo sustantivos derivados, como, “papi, mira mi furiosidad”; o encuentran novedosos usos para los adjetivos, como en la frase “el señor tiene el pelo arrugado”, para expresar que alguien tiene el cabello ensortijado. De niños bilingües cuyos idiomas nativos son el inglés y el español es posible escuchar expresiones como “quiero mi tostada con sin nada”; o “se fueron sinmigo”, la forma inversa más lógica del pronombre personal “conmigo”. Alrededor de los cuatro años, los angloparlantes dicen “goed” en lugar de “went”, contrario a lo que oyen de sus mayoresangloparlantes dicen “goed” en lugar de “went”, contrario a lo que oyen de sus mayores.
En todas las culturas humanas, los bebés comienzan con un balbuceo innato que también aparece en los niños sordos, el cual antecede a las primeras palabras. Al año y medio ya poseen un vocabulario de una decena de palabras que usan de forma aislada. Comienzan luego a asociar palabras de dos en dos, de tres en tres…, en un proceso universal, el cual ocurre de igual manera en todos los lenguajes conocidos. A la edad de tres años pueden concatenar hasta diez palabras seguidas; a los seis, su vocabulario puede alcanzar las trece mil palabras. Si hacemos los cálculos, descubrimos que los niños adquieren el vocabulario a velocidad vertiginosa, incorporando en promedio una nueva palabra cada dos horas. Un adulto culto puede llegar a conocer alrededor de cincuenta mil vocablos, número que triplica el total de palabras usadas por Shakespeare en todas sus obras.
Pero quizá la mejor prueba del don innato del lenguaje sea la existencia de los llamados creoles, entre los cuales el más estudiado tal vez sea el hawaiano. A finales del siglo XIX, miles de trabajadores provenientes de China, Portugal, Japón, Corea, Rusia, España, Filipinas y otros países fueron llevados a Hawái para laborar en las plantaciones de caña. En esta Babel del Pacífico, la urgencia de un lenguaje común dio origen a un popurrí rudimentario hecho de fragmentos de las lenguas propias, llamado genéricamente“sabir”, carente de sintaxis, paupérrimo en vocabulario, y que apenas permitía una forma elemental de comunicación. Pero el prodigio lingüístico de los niños se manifestó en forma inesperada en las generaciones siguientes. Como reporta el lingüista Derek Bickerton, en forma casi milagrosa, los pequeños transformaron de súbito esta colcha de retazos en una lengua coherente, expresiva y completa, dotada de una rica gramática y una fonética propia; una invención de todos y de nadie; una creación de la especie.
Pero el más extraordinario de todos los creoles tal vez sea el lenguaje de signos inventado por los niños sordos de Nicaragua, un idioma tan complejo y rico como cualquier otro, muy distinto de la idea inocente que se tiene de los lenguajes de signos, como conjuntos de gestos torpes que apenas permiten una comunicación primaria. Casos como este proporcionan la demostración más contundente de la existencia de una compleja preprogramación genética para el lenguaje, un don que la evolución fraguó a lo largo del lento proceso de hominización, y que nos convirtió en criaturas lingüísticas, ¡así lleguemos mudos a este mundo!
Si el lenguaje se aprendiese como se aprenden las matemáticas, habría que esperar hasta la pubertad para empezar a balbucear. Pero es en ese preciso momento cuando se pierde la facultad para hablar con fluidez y sin acento una nueva lengua. Las investigaciones de Jean Piaget sobre el desarrollo de la inteligencia muestran que solo alrededor de los doce años los niños comienzan a manejar reglas formales abstractas, una habilidad elemental en comparación con las complejas reglas implícitas involucradas en la elaboración y comprensión del lenguaje. Si estuviésemos igualmente dotados para la música, las prodigiosas interpretaciones de Glenn Gould o Yo-Yo Ma no causarían más impresión que la cháchara casual entre dos amigos que conversan en un café.
Ha transcurrido más de medio siglo desde que el gran lingüista Noam Chomsky insinuó por primera vez lo que aún se considera sacrílego en buena parte de la academia: la existencia de una naturaleza humana, una sin la cual sería imposible el milagro del lenguaje. En sus propias palabras: “Una lengua es un sistema extraordinariamente complejo […] una hazaña intelectual insuperable para una criatura que no hubiese sido específicamente diseñada para llevar a cabo esa tarea.
 
http://diariodeoriente.mforos.com/1626250/10451461-el-don-del-lenguaje-y-la-especie-que-no-aprende-a-razonar/

viernes, 2 de diciembre de 2011

Reorganización Neurofuncional a través del método Padovan


El método Padovan fue creado por la logopeda brasileña Beatriz Padovan. Es una terapia utilizada básicamente por logopedas que buscan solucionar problemas de lenguaje en los niños. 
Beatriz Padovan es una pedagoga y logopeda que tras conocer los postulados de Steiner, de Fay y sus seguidores Doman y Delacato entre otros, se volcó en el mundo de la neurología, estudiando e investigando todo lo relacionado con el desarrollo neurológico y funcional del niño y sus implicaciones en todos los campos, principalmente en el campo del desarrollo del lenguaje.

De esta forma llegó a la conclusión sobre la que se fundamenta el método y toda la filosofía que llega de los grandes maestros como Temple Fay: al igual que el resto de las funciones del ser humano, el lenguaje no puede desarrollarse adecuadamente si antes no ha habido una buena y adecuada organización neurológica.
 

La organización neurológica es un proceso natural que ocurre dentro de la evolución normal del niño. Se compone de las diferentes fases que recorre el bebé desde que nace hasta que ha completado y adquirido las funciones básicas del ser humano. Estas fases tienen un orden natural y deben mantenerse dentro de esta secuencia, es decir, que es necesario madurar cada una de las fases para poder avanzar a la siguiente sin que surjan problemas. Los bebés giran hacia ambos lados, se arrastran, gatean, se ponen de pie, caminan y comienzan a utilizar el lenguaje, para finalmente a los seis años, haberse lateralizado como diestros o zurdos y estar perfectamente preparados para leer y escribir sin dificultad.

El método Padovan trabaja los ejercicios tradicionales que provienen del método Doman de Reorganización Neurofuncional, éstos ayudan al niño en su conjunto, mejorando muchos de los problemas que padecen niños con dificultades de lenguaje, pues dichas dificultades vienen a menudo asociadas a otras y a casos de autismo, lesión cerebral, trisomía, déficit de atención con o sin hiperactividad, dislexia, etc. Estos ejercicios tratan de imitar a la naturaleza en la evolución del desarrollo del niño, por lo que se trabajan movimientos que hace el bebé de forma natural, realizándolos continuada e intensivamente para lograr vencer posibles lagunas o desajustes surgidos durante el desarrollo.

Estas actividades no son las únicas trabajadas en el método, son la base para la reorganización neurológica de todos los niños independientemente de los problemas que presenten. Además se trabajan otros ejercicios concretos para cada uno de los niños según sus necesidades.

Junto a estas actividades, Beatriz Padovan ha introducido ejercicios específicos para el desarrollo adecuado del lenguaje. En lugar de trabajar la palabra y la articulación, ella opta por comenzar a trabajar las funciones conocidas como pre-lingüísticas, es decir: la respiración, la succión, la masticación y la deglución. Ha obtenido así grandes avances en el campo de la logopedia, creando su propia reorganización neurológica para el lenguaje.

Entre las principales novedades aportadas por el método Padovan está el hecho de que los niños recorren todas las fases de desarrollo en su reorganización neurológica, a diferencia del método Doman, donde se evalúa a cada niño para determinar el estadio de desarrollo en el que se encuentra y trabajar desde este estadio en adelante. También varía la intensidad y la frecuencia de las sesiones pues en el método Padovan éstas no son diarias sino que se realizan dos veces por semana durante 45 minutos, menos en los casos más graves. La intensidad con la que se repite cada ejercicio depende de las posibilidades y las necesidades de cada paciente. Mientras que en el programa de Doman son los padres quienes realizan las actividades en sus hogares, en el de Padovan, éstas se llevan a cabo por terapeutas, con los padres presentes para transmitir tranquilidad al niño y para ayudar en determinados casos.

Durante la realización de los ejercicios se recitan poemas y canciones con lo que se trabaja además el ritmo y la sincronización de movimientos junto a la audición y la imaginación. Esto aporta también un elemento lúdico al tratamiento.

El método Padovan tiene un abordaje corporal y otro oral. No hay boca fuera del cuerpo, ni cuerpo fuera de la boca. Normalmente los niños que no hablan bien tampoco andan bien o tienen algún problema en la marcha.
En el método Padovan se trabaja desde el cuerpo y la boca para tener resultados a todos los niveles.

El método Padovan tiene cuatro grupos de ejercicios: ejercicios de cuerpo,  ejercicios de ojos, ejercicios de manos y ejercicios orales (funciones neurovegetativas).

Para trabajar con el método Padovan se debe de respetar la madurez neurológica del paciente, tener las etapas evolutivas presentes. Los ejercicios van desde lo más primario hasta donde el paciente lo marque, siempre siguiendo las etapas naturales de la evolución.

El método Padovan es una terapia muy completa que no sólo soluciona y mejora dificultades en el lenguaje, sino como se ha dicho ya, incide en la madurez de todas las destrezas y habilidades del niño reorganizando su sistema nervioso de forma global. Está extendiéndose cada día más entre especialistas que tratan problemas de aprendizaje, de atención o de comportamiento en los niños. Es utilizado también en algunos casos con adultos afectados por enfermedades como el Parkinson.


jueves, 1 de diciembre de 2011

Acalculia y Discalculia


Los términos de Acalculia y Discalculia son utilizados indistintamente aunque hay algunos autores como Morrison y Siegel (1991) que hace la siguiente distinción entre ambos:
La acalculia es cuando se produce una dificultad en el aprendizaje de la matemática (DAM) ocasionada por una lesión cerebral en una persona adulta.
Mientras que la discalculia es cuando se produce en niños una dificultad en el aprendizaje de la matemática (DAM) sin haber lesión cerebral. Si el niño llega a la fase adulta y mantiene esa dificultad (DAM) también deberiamos hablar de Acalculia.
El neuropsicólogo Alexander Luria, describe lesiones occipitoparietales y frontales en el origen de estos dos tipos de alteraciones en las habilidades matemáticas. En las lesiones occipitoparietales se producen las siguientes manifestaciones:
  1. Déficit en el concepto de número y en las operaciones matemáticas.
  2. Percepción incorrecta de los nombres de las cantidades.
  3. Déficit en la estructura categórica de los números, lo que se refleja en los errores al leer o al escribir los números.
  4. Déficit en el reconocimiento de las relaciones entre los números, motivo por el cual la capacidad no va más allá de las referencias.
En las lesiones frontales, las manifestaciones son:
  1. Déficit en la habilidad de decodificar la información en el contexto de la solución de problemas.
  2. Comprensión adecuada de sistemas conceptuales y lógico- gramaticales de las relaciones numéricas.
  3. Dificultades serias en el planeamiento de la solución.
En un artículo llamado “Neuropsicología de la Aritmética” escrito por Diego Alonso y Luis Fuentes encontramos información muy detallado sobre este tema. A continuación transcribo una parte del mismo:
El neurólogo Salomon Henschen fue quien acuñó el término acalculia.De un total de 1300 pacientes estudiados, recolectó datos de 260 pacientes neurológicos que tenían algún tipo de déficit en sus habilidades númericas. Sobre esta enorme base de datos concluyó que “en el cerebro existe un sistema que subyace a los procesos aritméticos y que es independiente, o casi, de los sistemas para el habla o la música”. En la misma publicación afirmó que “la habilidad para el cálculo es una función cerebral altamente compleja que resulta de la colaboración de varias áreas posteriores del hemisferio izquierdo”. Con el paso del tiempo, este enfoque modular ha ido recibiendo un amplio apoyo empírico por medio de estudios de habilidades numéricas en animales, niños, adultos sanos y pacientes con lesiones cerebrales, tanto en el nivel cognitivo como anatómico, confirmando que las áreas parietales son cruciales para el procesamiento numérico…
Se puede afirmar, por tanto, que estos y otros estudios han confirmado la implicación del lóbulo parietal inferior izquierdo en el cálculo mental. Las lesiones en esta región pueden dejar al paciente totalmente incapaz de ejecutar incluso cálculos tan sencillos como 3-1 o 7×8 (Warrington, 1982; Takayama, Sugishita, Akiguchi, Kimura, 1994; Dehaene y Cohen, 1997)…
Un niño con discalculia puede manifestar las siguientes características:
  • Dificultades en la organización espacial
  • Dificultad para organizar los números en columnas o para seguir la direccionalidad apropiada del procedimiento
  • Omisión o adición de un paso del procedimiento aritmético; aplicación de una regla aprendida para un procedimiento a otro diferente (como sumar cuando hay que restar)
  • Errores tales como que el resultado de una resta es mayor a los números sustraídos y no hacer la conexión de que esto no puede ser.
  • Tropiezos para recordar las tablas de multiplicar y para recordar algún paso de la división, este problema se incrementa conforme el material es mas complejo
  • Especial dificultad con los problemas razonados, particularmente los que involucran múltiples pasos como cuando hay que sumar y luego restar para encontrar la respuesta.
  • Poco dominio de conceptos como clasificación, medición y secuenciación.
  • Se le dificulta seguir procedimientos sin saber cómo y por qué.
La acalculia se puede presentar en tres formas:

Acalculia afásica: Inhabilidad para la comprensión de números y signos aritméticos como lenguaje. Se asocia con Afasia que consiste en la pérdida total o parcial de la capacidad para comunicarse, perturbándose la utilización de las capacidades precisas para la producción y/o la comprensión de la palabra oral y escrita.

Acalculia visual-espacial: Comprensión inapropiada de los números y puntos decimales, que genera errores en el cálculo.

Anaritmética: Perdida pura del calculo, generalmente asociado con afasia y muy ocasionalmente como hallazgo aislado.
Estos son dos problemas del aprendizaje que requieren de nuestra atención especial para evitar que se conviertan en un obstáculo para la vida de nuestros niños.

Fuentes: